esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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Transcribimos completo el devocional del pastor David Wilkerson [May 19, 1931; April 27, 2011] que nos llegó hoy: 13 de setiembre del 2012:

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Una noche Jacob se quedó a campo abierto y tuvo una lucha con el Señor: “Dios, ¿Cómo terminé en este lío? Me hiciste grandes promesas. Me dijiste que me guiarías, me guardarías, que cumplirías tus planes en mi. ¿Cómo podría algo de esto ser tu guía? ¿Acaso esto es caminar en el pacto? Señor, simplemente no tengo futuro (vea Génesis 32:24-26).


Ahora, tu puedes razonar: “Quizás Jacob no buscó a Dios acerca de algunas decisiones que él tomó. Quizás actuó en la carne”. Bien, quizás lo haya hecho, pero eso no viene al caso. Dios podría haber intervenido a favor de Jacob en cualquier momento, pero no lo hizo.


El hecho es que, nosotros podemos tener un espíritu contrito y todavía tener problemas. Tú y tu esposa pueden estar pasando una prueba espantosa. Has orado: “Señor, no entiendo, sé que mi corazón es recto, y estoy caminando contigo, entonces, ¿Por qué estas permitiendo esta horrible prueba?”


La mayoría de nosotros piensa, tal como hizo Jacob, que cristianos contritos y de oración  no deberían tener que soportar grandes penas. No deberíamos tener que enfrentar tiempos horribles ni condiciones terribles en las cuales nuestro mismísimo futuro se ve amenazado. Sin embargo, la realidad es que cristianos humildes, arrepentidos, y que oran aun sufren grandes peligros y penas.


En ninguna parte en la Biblia Dios nos promete impedir que tengamos problemas. Nunca promete un viaje sin dificultades en nuestro trabajo o carrera, ni tampoco nos promete estar exentos de la aflicción. De hecho, Él dice: “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová” (Salmos 34:19). Este verso no dice que Dios nos excluirá de las aflicciones, sino que nos librará de ellas.


Pablo habla del conocimiento de la altura y la profundidad del amor de Dios por él. Sin embargo Dios no evitó que la barca de Pablo se hundiera. De hecho, permitió que el apóstol fuera apedreado, golpeado y deshonrado. Pablo dice que fue expuesto a peligros en mar y tierra, de parte de ladrones y de sus propios compatriotas.


En ocasiones podemos llorar, preguntándonos: ¿Dónde estás, oh Dios? ¿Por qué no me has sacado de esto? Pero a pesar de que el Señor permite que pasemos por cosas que prueban nuestras almas, de una u otra manera nos libra de todas ellas, tal como lo hizo con Jacob y con Pablo.

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