esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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20/01/2014

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by Gary Wilkerson

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Después de que el apóstol Pedro fuera milagrosamente liberado de la prisión (ver Hechos 12:7-11), fue a la casa de oración para dar el reporte del milagro a los que habían estado intercediendo por él. Cuando Pedro tocó la puerta, el grupo seguía orando fervientemente en el interior. No tenían idea de cuán efectivas habían sido sus oraciones por su hermano. De hecho, la Escritura dice que hacían oración «sin cesar», es decir, que se aferraban a Dios y sin darse por vencidos. Este es el tipo de oración a la que Cristo llama a su iglesia: Una oración persistente y apasionada en su deseo de ver a un ser querido,  a un amigo o incluso toda una ciudad ser liberada.


Pero algo interesante sucedió cuando estos creyentes se enteraron de que sus oraciones habían sido respondidas: ¡No lo creyeron! Una muchacha les dijo que Pedro estaba en la puerta. «…de gozo no abrió la puerta, sino que corriendo adentro, dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta. Y ellos le dijeron: Estás loca. Pero ella aseguraba que así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel!» (12:14-15). Al parecer, ellos creían que Herodes ya lo había matado.


Dios se dedica al negocio de la liberación. Él hace lo imposible con una sola palabra y cuando libera a Su pueblo, éste es verdaderamente libre. Pero tal vez has notado algo que sucede en tu propia vida cuando luchas con un problema. Es decir, Dios abre las primeras puertas para ti y luego deja la última cerrada, para que tú la abras por fe. Él abrió sobrenaturalmente las puertas a Pedro, pero esta última requería la fe y la acción del hombre.


¿Por qué hace esto el Señor? Él sabe que, aun con nuestras oraciones más fervientes, podemos seguir teniendo un pequeño rincón de incredulidad en nuestros corazones. Sí, Dios es soberano en poder, pero Él quiere que Su novia esté envuelta en Sus actos de redención. Cada mover genuino de Dios, a
lo largo de la historia, ha requerido que hombres y mujeres se pongan en pie y digan: «Quiero ser incluido. Quizás sea débil o tímido, pero Dios honra a los que actúan en fe».


Sí, todo comienza con la oración. La oración ferviente y eficaz mueve a Dios a abrir las puertas de hierro y liberar a los cautivos. La historia de Pedro lo deja claro. Pero esta escena también muestra que si nosotros no actuamos en fe para abrir esa última puerta, algunos cautivos se quedarán parados afuera. Así que aquí está la última parte de la oración ferviente: La acción fiel.

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