esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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14/10/13

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by Gary Wilkerson

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Como cristianos sabemos que Jesús ganó la victoria para nosotros en el Calvario. Él venció a la muerte, a Satanás y al poder del pecado. La pregunta que queda para los creyentes es: «¿Y ahora qué? Sé que Jesús ganó mi victoria en la cruz, pero ¿qué pasa con mis luchas en el presente? ¿Dónde está Su victoria de la batalla que se está llevando a cabo en mi vida en este momento?»


Ésta es una pregunta importante y La Palabra tiene una respuesta para cada cristiano. Comienza con esta escena: «Los filisteos juntaron sus ejércitos para la guerra…en Soco, que es de Judá»(1 Samuel 17:1). Esta imagen presenta una verdad espiritual que nunca cambia: Las fuerzas de la oscuridad están en contra el pueblo de Dios.


Cuando Jesús vino a ser tu Salvador, Él te hizo una nueva creación y aunque tú has cambiado, el mundo no lo hizo. A causa de ello, hay poderes que se alinean en tu contra: el mundo, el diablo e incluso tu propia carne, que batalla contra tu espíritu.


Algunas veces, tus batallas contra estas fuerzas son externas; ataques a tu matrimonio, a tu economía, a tus hijos y a veces son internos. Nos agobian las preocupaciones: «¿Podrá mi matrimonio sobrevivir a esta largo y frío silencio?»


«¿Entregará mi hijo, su vida al Señor algún día?»


«¿Soy siquiera digno de llamarme cristiano?» Todas estas presiones nos empujan hacia la duda y la desesperación, haciendo que nos preguntemos: «¿Dónde está Dios en todo esto? No puedo verlo más allá de mis batallas diarias».


A veces clamamos: «¡Basta!» Y trazamos una línea en la arena. Nos decimos a nosotros mismos: «Estoy cansado de ser golpeado por el enemigo», pero el diablo continúa cruzando esa línea. Esto le sucedió a Israel cuando enfrentaba a los filisteos. «Y los filisteos estaban sobre un monte a un lado, e Israel estaba sobre otro monte al otro lado, y el valle entre ellos» (17:3). ¿Detuvo esto al enemigo? No, en absoluto. Los filisteos trajeron un arma más grande en forma de Goliat, un hombre gigante.


David sabía que no era rival para Goliat, pero también sabía que la batalla no era suya sino de Dios. Cuando escuchó las burlas de Goliat, él testificó: «Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré…y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel…porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos» (17:46-47).


La victoria espiritual nunca es nuestra, viene de nuestro Libertador.

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