esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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Colaboración de
Juan José Fernández Granados

Ministerio Luz a las naciones

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Hoy en día, hay creyentes que están retrocediendo y algunos están volviendo a sus antiguos caminos. Al observar todo esto es normal preguntarse: “¿Qué está sucediendo?”


Para entender lo que está pasando veamos lo que el Señor le dice a al profeta en Jeremías 18:1-6:


“Levántate y desciende a la casa del alfarero,
y allí te haré oír mis palabras.
Entonces descendí a casa del alfarero,
y he aquí, estaba allí haciendo un trabajo sobre la rueda.


Y la vasija de barro que estaba haciendo
se echó a perder en la mano del alfarero;
así que volvió a hacer de ella otra vasija…
Entonces vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo:


¿No puedo yo hacer con vosotros, casa de Israel,
lo mismo que hace este alfarero?
… He aquí, como el barro en manos del alfarero,
así sois vosotros en mi mano, casa de Israel.”


Algo que llama la atención en este pasaje es que la vasija de barro en la mano del Alfarero se echa a perder. Ahora bien, esta vasija NO se echa a perder porque el Alfarero no tenía la habilidad para hacerla, la vasija se echó a perder por causa de la condición del barro.


El barro no estaba preparado, no era moldeable, no tenía la calidad que se requería. Por eso, cuando el Alfarero lo tenía en su mano se echó a perder.De igual forma, Dios NO es responsable de las personas que se han echado a perder, los corazones de estas personas no eran moldeables, estaban endurecidos, no estaban preparados, no eran de calidad.


Lo bueno es que el Eterno nos dice que todavía hay esperanza para las personas que han caído, Él puede obrar una vez más en sus vidas y hacer algo nuevo.


Nuestro Dios es un buen Alfarero, pero si nosotros endurecemos nuestros corazones por orgullo, desilusiones, desengaños, amarguras, etc… ÉL no va a poder obrar en nuestras vidas y nos echaremos a perder. Veamos este otro pasaje:


“Y les habló muchas cosas…diciendo:
He aquí, el sembrador salió a sembrar;
y al sembrar, parte de la semilla cayó junto al camino,
y vinieron las aves y se la comieron.


Otra parte cayó en pedregales
donde no tenía mucha tierra;
y enseguida brotó …;
pero cuando salió el sol, se quemó;
y porque no tenía raíz, se secó.


Otra parte cayó entre espinos;
y los espinos crecieron y la ahogaron.


Y otra parte cayó en tierra buena y dio fruto,
algunas semillas a ciento por uno,
otras a sesenta y otras a treinta.”
Mateo 13:3-8


Que la semilla fructifique no depende del Sembrador ni de la semilla, depende de la condición de la tierra.


En todas las escenas de este pasaje el Sembrador es el mismo, la manera de sembrar es la misma, la semilla es la misma, pero la tierra es diferente en cada caso, y eso es lo que decide si fructifica o no.


En el pasaje de Jeremías vimos que el Alfarero no era responsable de que la vasija se echase a perder y ahora en este pasaje de Mateo vemos que el sembrador tampoco es responsable de que la semilla no crezca ni produzca fruto.


Dios NO tiene la culpa si no hay fruto en nuestra vida, Dios NO tiene la culpa si nos echamos a perder. Nosotros somos los culpables.


“Porque así dice el SEÑOR …
Arad campo para vosotros,
y no sembréis entre espinos”.
Jeremías 4:3


Si no aramos nuestro campo, estamos sembrando entre espinos. Y si sembramos entre espinos, la semilla no podrá crecer ni dará fruto.


Debemos preparar nuestra tierra, debemos preparar nuestro corazón. Si no preparamos nuestro corazón, Dios no podrá formar una vasija nueva.


¿Cómo preparamos nuestra tierra?, Humillándonos delante del Señor.


“Si se humillare mi pueblo,
sobre el cual mi nombre es invocado,
y oraren, y buscaren mi rostro,
y se convirtieren de sus malos caminos;
entonces yo oiré desde los cielos,
y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.”
II Crónicas 7:14


Si nos humillamos, si oramos, si buscamos su rostro, si nos apartamos de nuestros malos caminos . . . el Eterno nos dice: YO OIRÉ . . . YO PERDONARÉ . . . YO SANARÉ . . .


Es el ejemplo que nos dejó Yeshua:


“Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí,
que soy manso y humilde de corazón . . .”
Mateo 11:29a


Preparemos nuestro corazón para que la semilla de la Palabra pueda dar fruto y Yeshua pueda hacer algo sobrenatural y único en nuestras vidas. Seamos humildes de corazón:


“Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito;
al corazón contrito y humillado,
oh Dios, no despreciarás.”
Salmo 51:17

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