esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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Transcribimos completo el devocional del pastor David Wilkerson [May 19, 1931; April 27, 2011] que nos llegó el 12 de junio de 2014:

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Cuando hablo de una confianza total en Cristo, quiero decir no sólo confiar en Su poder salvador sino también en Su poder guardador. Tenemos que confiar que Su Espíritu nos guarda y nos conforma a la semejanza de Jesús.


Piensa en tu propio testimonio. Hubo un tiempo en que eras un extraño, separado de Dios por tus obras malas. ¿Qué buenas obras hiciste para hacer las paces con Él? ¡Ninguna! Nadie ha sido capaz de salvarse a sí mismo.


Del mismo modo, nadie ha sido capaz de producir o de mantener su propia santidad. Somos traídos diariamente a la santidad de Cristo solamente por fe, a medida que confiamos en lo que la Palabra de Dios dice: » como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos” (1 Pedro 1:15).


“Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe” (Colosenses 1:21-23).

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Nota la frase: «si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe», Jesús está diciendo: «Permanece confiando en Mí, viviendo por fe. Voy a presentarte limpio, impecable, irreprensible y santo delante del Padre».


No hay grados de santidad, sólo grados de madurez en Cristo. Es absurdo medirte con alguien a quien consideras «santo». Todos somos medidos por una norma: la santidad de Cristo. Si estamos en Él, Su santidad es la nuestra, en igual medida.


No debes mirar a otro cristiano y decir: «¡Oh, me gustaría ser tan santo como él!». Puede que no tengas la disciplina de esa persona o su vida de oración; puede que a menudo tengas más luchas y cometas más errores que él, pero él no es más acepto por el Padre que tú. No debes compararte con nadie, porque ¡nadie es más querido en los ojos del Padre que tú!


Querido santo, despójate de toda dependencia en la carne y haz esta declaración: “Yo declaro mi santidad, que es en Cristo Jesús. Yo soy parte de Su cuerpo y mi Padre me ve como santo, porque yo permanezco en Él».

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