esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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Transcribimos completo el devocional del pastor David Wilkerson [May 19, 1931; April 27, 2011] que nos llegó el  1 de marzo de 2013:

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No somos salvos por la ley, pero por la ley estamos convencidos y condenados a causa de nuestro pecado. «Porque por la ley es el conocimiento del pecado» (Romanos 3:20).


La ley fue enviado «para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios» (Romanos 3:19). «La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, para que fuésemos justificados por la fe» (Gálatas 3:24).


«La ley es santa… justa y buena ¿lo que es bueno, se convirtió en muerte para mí? ¡De ninguna manera!  Más bien el pecado, para demostrar que es pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por medio del mandamiento llegara a ser extremadamente pecaminoso.» (Romanos 7:12-13).


Pablo estaba diciendo, «Yo no podía confesar mis pecados hasta que supe que eran pecado. Yo no podía buscar la santidad de Dios hasta que vi lo lejos que estaba de Él. La ley dio en el blanco conmigo destruyendo mi indiferencia acerca del pecado. Cuando vi la santidad de Dios por Sus mandamientos, el
pecado se hizo completamente pecaminoso para mí.»


Esa es la convicción que te lleva directamente a los brazos de Cristo, clamando: «¡Misericordia, Señor, no puedo salvarme a mí mismo, no puedo cumplir tu ley. He visto el pecado de mi corazón!»


La fe ha sido definida como «la huida de un condenado pecador arrepentido, hacia la misericordia de Dios en Cristo Jesús.» Sólo la persona que ha sido convicta por sus pecados según la ley de Dios «escapa hacia Cristo» en busca de refugio.


En el día de Pentecostés, Pedro se levantó y ofreció a la multitud el evangelio de la gracia de Dios. Pero primero, las puso bajo la luz resplandeciente de la ley, los señaló con el dedo y les dijo: «y ustedes lo aprehendieron y lo mataron por medio de hombres inicuos, crucificándolo» (Hechos 2:23). El corazón de la gente fue compungido, completamente convictos por la Palabra de Dios se pusieron a gritar: «¿qué debemos hacer?» (Versículo 37).


A Adán se le dio el evangelio de la gracia, después de que sus «ojos fueron abiertos» (Génesis 3:7). ¡Fue sólo después de haber visto su lamentable condición y las consecuencias de su pecado que Dios le trajo el mensaje de misericordia y de esperanza!

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