esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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26/05/2014

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by Gary Wilkerson

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“También [Jesús] les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho” (Lucas 12:16).


Dios es un Padre lleno de gracia y generosidad que desea colmar a Sus hijos con regalos. Pero quiero mostrarte el contraste que hay a causa de que esta historia da un giro hacia la dirección incorrecta. El versículo 17 dice: “Y él [el hombre rico] pensaba dentro de sí”.


Dios comienza a bendecirte y tú empiezas a pensar dentro de ti: “¿Qué haré ahora? ¿A dónde debo ir?” Este proceso mental te conducirá al camino incorrecto y usualmente lleva al egoísmo. En Génesis 26, leemos acerca de Isaac, quien sabiamente le pidió al Señor que le muestre qué debía hacer con sus recursos, a diferencia de este necio hombre rico al que Jesús se refiere.


Cuando empezamos a pensar dentro de nosotros, perdemos el discernimiento del Espíritu Santo. Cuando empezamos a pensar acerca de lo que deseamos, nos desviamos, y esto es exactamente lo que le sucedió al hombre rico. Mira el lenguaje usado: “Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?” (Lucas 12:17).


¿A quién le pertenecían los frutos? Le pertenecían a Dios. ¡Todo le pertenece a Dios! De modo que este hombre se estaba volviendo egoísta. Comenzaba a ver este regalo de Dios, todos sus talentos y relaciones, como cosas que podrían ser usadas para su propio beneficio y egoísmo, y estos pensamientos comenzaron a penetrar hasta la fibra misma de su ser.


“Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate” (Lucas 12:18-19).


El problema con algunos tipos de enseñanza acerca de las bendiciones de Dios no es la realidad de que Dios quiera bendecirnos, sino el porqué es que Él quiere hacerlo. La bendición de Dios, ¿es toda para mí? ¿Es para amontonar estos bienes sobre mí mismo? ¿Es para crear para mí un pequeño capullo perfecto de un mundo que siempre he querido?


¡Eres bendecido! Desde el comienzo mismo del pacto de bendición de Dios con la humanidad, ¡eres bendecido para ser una bendición, Iglesia!


Lo diré una vez más: “¡Eres bendecido para ser una bendición!”

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