esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21


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tomado del libro «MAHANAIM»
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Si bien el modus operandi de la relación del Trono de Dios/ Elohim con los justos/justificados es la ministración angélica, podemos referirnos a ella de una forma más simple como la que es revelada por fe. ¿Qué es la fe?, en el inicio de Hebreos 11 encontramos una definición muy conocida:


«Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe comprendemos que el universo fue hecho por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía«


Pero la repetición de un versículo tan sustancioso nos priva -a veces- de la rica nutrición espiritual de cada una de sus partes. Veamos, la fe implica:


-> certeza de que Dios/Elohim va a cumplir Su Palabra,


-> buen testimonio alcanzado por los que actúan conforme a esa certeza, es decir, confirmación del Cielo de que estamos incluidos en un mahanaim,


->  y la comprensión de que el universo fue hecho por la Palabra de Dios -lo que se ve de lo que no se veía– que es un salto en el entendimiento que nos incluye en un Propósito grandioso fundado en el tercer Cielo.


Estos tres elementos básicos de la definición de fe y no debemos olvidarlos especialmente el último: el universo fue hecho por la Palabra de Dios/Elohim. Leamos para abundar en estas cosas en Romanos 4, 20-24, en donde se dice así sobre la fe de Abraham que los creyentes heredamos:


“Abraham siempre creyó la promesa de Dios sin vacilar… estaba plenamente convencido de que Dios es poderoso para cumplir todo lo que promete. Y, debido a su fe, Dios lo consideró justo. Y… quedó escrito también para nuestro beneficio,  porque nos asegura que Dios nos considerará justos… si creemos en él”


Es decir, el ‘padre de la fe’ tuvo el tipo de certeza a la que se refiere la definición: creyó contra toda esperanza, a pesar de las circunstancias y obtuvo testimonio. Y la cita añade que todos los que tenemos y practiquemos la fe de Abraham seremos declarados justos como él. Es cierto que YaHWéH habló directamente con Abraham, y eso sería una ventaja, pero luego su fe fue probada a límites extremos –quizás nunca alcanzados- cuando YaHWéH pidió que sacrificara a su hijo amado y Abraham se dispuso a hacerlo en obediencia, creyendo que Dios/Elohim podría retornarlo de la muerte. Asimismo la fe de los justos, como la del ‘padre de la fe’, es probada siempre al extremo. Se lee en 1 Pedro 1, 7 que nuestra fe «está siendo probada de la misma manera que el fuego prueba y purifica el oro» y que «entonces (la) fe, al permanecer firme en tantas pruebas, les traerá mucha alabanza, gloria y honra en el día que Jesucristo sea revelado a todo el mundo». O también podemos leer 2 Corintios 4, 17-18:


«pues esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando… las cosas que se ven…”


Es promesa de Dios/Elohim entonces que las pruebas que por ventura soportamos hoy redundarán en un aumento de nuestro depósito de Gloria en el mundo venidero. De modo que la fe es un don que podemos pedir a Dios/Elohim y Él nos lo otorga gratuitamente, pero luego es probada como si fuera una espada que se nos otorga graciosamente, pero que precisa de entrenamiento para ser usada y obtener victoria. Por la fe nuestra vida es inmersa en el Propósito eterno de Dios/Elohim del que una parte conocemos pero otra es misterio. Moisés salió de Egipto como mirando al Invisible no temiendo la ira del Faraón (Heb 11, 27). Él sabía que aunque las circunstancias estaban todas en su contra, estaba cubierto por la Voluntad del Altísimo si actuaba según Su Propósito (Rom 8, 28) y, si fuera necesario, Él mandaría a Su ejército celestial para darle victoria contra enemigos aparentemente más poderosos que él.

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Una imagen que ilustra esta inclusión en el Propósito eterno que nos rodea es la que se utiliza en la física para ejemplificar un ‘agujero de gusano’ es decir la conexión entre dos puntos del universo mediante un canal producido por una potente fuerza electromagnética. Pues ese ‘canal’ es el que abre la fe -y la oración que es consecuencia de ella- para entrar en el Santísimo celestial en donde Él ya entró como nuestro Precursor, es decir: el Sacerdote según el orden de Melquisedec Jesús/Yeshua (Heb 6, 18-20). Veamos la imagen que representa esta ancla lanzada al Cielo por fe que nos une al Altísimo y nos incluye en el continuum Cielo/tierra:



Vemos que todo es un mismo continuum: lo visible y lo invisible, Cielo y tierra, todo compone una misma realidad. Por eso es consustancial a nuestra fe el entendimiento de que el universo fue creado por la Palabra de Dios/Elohim y que Él modela y remodela el universo según Su Propósito. Él nos anuncia que creará en un futuro cercano nuevos cielos y nueva tierra como ya lo hizo al Principio. Leemos en Apocalipsis 21, 5: «¡Miren, hago nuevas todas las cosas!» y se agrega: «Escribe esto, porque lo que te digo es verdadero y digno de confianza». Es como si el Altísimo nos pidiera que entendiéramos sin vacilaciones que todos los que nos abrimos camino al Cielo por fe estamos incluidos en la remodelación futura de cielos y tierra, del universo todo. Nuestra esperanza  no está en la aleatoria y caótica acumulación de hechos con los que nos bombardean las noticias y la Red, sino en que estamos inmersos en un Propósito divino que está más allá de nuestra acción personal y sabemos que todas las cosas cooperan para su cumplimiento (Rom 8, 28). El profeta Eliseo pidió para abrir los ojos a su criado para que viera los ejércitos celestiales que estaban rodeándolos y los protegerían de una situación que a ojos carnales aparecía como muy crítica. Nosotros debemos de tener similar visión. Leemos en 2 Pedro 3, 13:


“Pero nosotros esperamos con entusiasmo los cielos nuevos y la tierra nueva que él prometió, un mundo lleno de la justicia de Dios”


En la remodelación universal que se aproxima el Cielo y la tierra serán Uno en Propósito (Mat 6, 10; Os 2, 21). ¡Gloria a Dios! ¡Cómo no sentir entusiasmo y anhelo por el advenimiento de estas cosas!

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