esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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En un trecho del canto de liberación de David, que podemos leer en el Salmo 18 9-12 y 2 Samuel 22, 10-13 encontramos una revelación inesperada:

 

“Inclinó los cielos y descendió,
y había densas tinieblas debajo de sus pies.
Cabalgó sobre un querubín y voló…
sobre las alas del viento
Puso tinieblas por su escondite,
por cortina suya a su alrededor;
oscuridad de aguas, nubes de los cielos.
Por el resplandor de su presencia, pasaron sus nubes:
granizo y carbones ardientes”
Salmo 18,  9-12

 

Se trata de cuando YaHWéH abandona Su Trono en el tercer cielo para introducirse en “los cielos y la tierra”, nuestro universo. Vemos que se dice: “Inclinó los cielos y descendió, y había densas tinieblas debajo de sus pies”.  Y sorprende  la expresión: “inclinó los cielos”, que señala el primer acto de este descenso del Altísimo desde el tercer cielo a la tierra.

 

En un corolario de la teoría de la relatividad de Einstein se habla de “pliegue” o “curvatura” del continum espacio-tiempo como un atajo que permite viajar por el hiperespacio anulando las abismales distancias entre un punto y otro. Y la expresión “inclinó los cielos” se parece a esta expresión  moderna -‘pliegue’- ya que es natural que para entrar en Su propia creación aun el Altísimo tenga que sujetarse a las leyes por Él establecidas. Este ‘atajo’ sideral  también se llama  ‘agujero de gusano’ o ‘portal dimensional’.

 

Y siguiendo con la cita vemos que llegado a la atmosfera terrestre el SEÑOR hizo un escondite de “densas tinieblas bajo sus pies” que al final se dice que eran como ‘nubes en los cielos’:

 

“Puso tinieblas por su escondite,
por cortina suya a su alrededor;
oscuridad de aguas, nubes de los cielos”

 

Y luego “cabalgó sobre un querubín y voló… sobre las alas del viento”.  Y finalmente se dice en la cita: “Por el resplandor de su presencia, pasaron sus nubes: granizo y carbones ardientes”. Que se interpreta como si el fuego de la Presencia del Altísimo rebasara la cobertura de negras nubes con las cuales se había cubierto para ocultarse. Leamos Ezequiel 1, 4, la visita de la Gloria de Dios a la tierra,  y veremos todos estos elementos:

 

«Mientras miraba, vi una gran tormenta que venía del norte empujando una nube enorme que resplandecía con relámpagos y brillaba con una luz radiante. Dentro de la nube había fuego, y en medio del fuego resplandecía algo que parecía como de ámbar reluciente”

 

Aquí se menciona a una “nube enorme” –que  imaginamos de aspecto  temible- empujada por un viento poderoso en cuyo interior resplandecía fuego. Y ya que mencionamos esta visión leamos de nuevo la descripción del Trono dentro de la nube –una especie de ’carroza’ para andar por los cielos de la tierra-:

 

“De lo que parecía ser su cintura para arriba, tenía aspecto de ámbar reluciente, titilante como el fuego; y de la cintura para abajo, parecía una llama encendida resplandeciente”

 

En palabras más simples: la visión de la “Gloria del Señor” en la tierra es una nube de aspecto temible, a veces empujada por una “gran tormenta” que resplandece con una apariencia de fuego en su interior. Veremos otros ejemplos.

 

Nubes resplandecientes en la historia de ISRAEL:

 

Ya conocemos el protagonismo de la ‘nube’ en el cruce del brazo oriental del mar Rojo –hoy “Golfo de Aqaba”-. Vamos a detenernos entonces en otros momentos claves de la historia de ISRAEL en que quizas hemos pasado por alto la presencia de nubes:

 

En el Sinaí:

 

“Luego Moisés subió al monte, el cual quedó cubierto por la nube. Entonces la gloria del Señor se posó sobre el monte Sinaí, y durante seis días la nube cubrió el monte. Al séptimo día, el Señor llamó a Moisés desde el interior de la nube. Para los israelitas que estaban al pie del monte, la gloria del Señor, que estaba sobre la cima del monte, parecía como un fuego consumidor. Entonces Moisés fue desapareciendo en la nube a medida que subía al monte…”
Éxodo 24, 15-18

(nota 2)

 

En el Tabernáculo:

 

“Cada vez que Moisés se dirigía a la carpa de reunión, toda la gente se levantaba y permanecía de pie a la entrada de su propia carpa. Todos seguían a Moisés con la vista hasta que entraba en la carpa.  Cuando Moisés entraba en la carpa, la columna de nube descendía y se quedaba en el aire a la entrada mientras el Señor hablaba con Moisés.  Cuando el pueblo notaba que la nube se detenía a la entrada de la carpa, cada persona se paraba a la entrada de su propia carpa y se inclinaba”
Éxodo 33, 8-10

 

Aquí vemos que cuando “la nube se detenía a la entrada de la carpa” cada persona del pueblo escogido se inclinaba, y esta reverencia implicaba el reconocimiento de que dentro de esa nube estaba la ‘Gloria del Señor’.  Y leamos un poco más sobre la relación entre el pueblo de ISRAEL y la nube resplandeciente en la peregrinación del desierto:

 

“Durante el día, la nube del Señor quedaba en el aire sobre el tabernáculo y, durante la noche, resplandecía fuego dentro de ella, de modo que toda la familia de Israel podía ver la nube. Eso mismo ocurrió durante todos sus viajes”
Éxodo 40, 35

 

Y por supuesto que la ‘nube’ indicaba cuando debía levantarse campamento y moverse,  y cuando el pueblo en peregrinación debía detenerse. Vayamos más adelante y veamos la Dedicación del Templo de Salomón en 1 Reyes 8, 10-11:

 

“Al salir los sacerdotes del Lugar Santo, una densa nube llenó el templo del SEÑOR.  Los sacerdotes no pudieron seguir con la celebración a causa de la nube, porque la gloriosa presencia del SEÑOR llenaba el templo… Entonces Salomón oró: «Oh SEÑOR, tú dijiste que habitarías en una densa nube de oscuridad…”

 

Y veamos también  el momento en que la Gloria del Señor abandona el Templo debido a la multitud de los pecados de Su pueblo. Esto está en Ezequiel 11, 22-23:

 

“Luego los querubines desplegaron las alas y se elevaron por el aire con las ruedas junto a ellos y la gloria del Dios de Israel se sostenía en el aire por encima de ellos. Entonces la gloria del Señor se levantó de la ciudad y se detuvo sobre la montaña que está al oriente”

 

En donde no se alude a la ‘nube’ porque ya se había mencionada antes, pero seguramente estaría allí.

 

La encarnacion, la transfiguracion y el pentecostes:

 

En el Nuevo Testamento leemos la narración del nacimiento del Niño en el Protoevangelio de Santiago (nota 1):

 

“Y una nube muy oscura cubría la cueva… De repente la nube se retiró de la cueva, y apareció una gran luz… de tal modo que los ojos no la soportaban. Al poco, aquella luz se retiró hasta que apareció un niño…”

 

Vemos aqui una nube oscura en el momento del nacimiento del Niño del vientre de María/Myriam siempre virgen. Una Luz resplandeciente se proyecta desde esa ‘nube’ señalando el momento de ese acontecimiento universal que es sustento de nuestra fe (la comadrona nunca tocó a María/Myriam). Otro evento marcante: en un libro de este sitio analizamos la nube resplandeciente que vieron Pedro, Santiago y Juan en la cumbre de un monte alto, visión que reúne el Antiguo y Nuevo Testamento y preanuncia la gloriosa resurrección de Jesús/Yeshua. Allí citamos a Mateo 17, 5 en donde se lee:

 

“No había terminado de hablar cuando una nube brillante los cubrió, y desde la nube una voz dijo: «Este es mi Hijo muy amado, quien me da gran gozo. Escúchenlo a él»

 

Y discernimos esa nube en el día de Pentecostés en donde se menciona el viento recio y lenguas de fuego con el poder del Espíritu Santo que ungieron a los ciento veinte que esperaban la Promesa:

 

“De repente, se oyó un ruido desde el cielo parecido al estruendo de un viento fuerte e impetuoso que llenó la casa donde estaban sentados.  Luego, algo parecido a unas llamas o lenguas de fuego aparecieron y se posaron sobre cada uno de ellos»

 

Y pensamos que habría una nube resplandeciente encima de la casa en donde los apóstoles y María/Myriam esperaban la Promesa aunque esto no haya sido registrado en la Escritura.

 

El carro de fuego entre las nubes:

 

Leamos el Salmo 104, 3-4:

 

“colocas las vigas de tu hogar en las nubes de lluvia.
Haces de las nubes tu carro de guerra; cabalgas
sobre las alas del viento. Los vientos son tus
mensajeros, las llamas de fuego, tus sirvientes”

 

El “carro de guerra” del Altísimo –los carros de fuego- están en las nubes, es decir, ocultos en las nubes. Así se dice también en  el Salmo 68, 34: “…su poder está en los cielos  (lit: las nubes)”. Y si recordamos la muy poderosa manifestación del Señor en el Sinaí tiene mucho significado lo que leemos en el Salmo 68  (ver. 7 y 17):

 

«Rodeado de incontables millares de carros de guerra,
el Señor llegó del monte Sinaí y entró en su santuario»

y:

«Los carros de Dios son miríadas, millares y millares;
el Señor está entre ellos en santidad, como en el Sinaí»

 

en donde se nos dice que el SEÑOR tiene un ejército numerosísimo que estuvo en el Sinaí y se trasladó al Templo.  No en vano al Altísimo se le llama: Señor de los Ejércitos.

 

Hay mucho misterio en las regiones invisibles que no siempre percibimos. En el antiguo testamento se menciona la oración de Eliseo pidiendo para que su criado pudiera ver las huestes que lo rodeaban cuando estaba en grave peligro. Está en 2 Reyes 16-17:

 

“Y él respondió: No temas, porque los que están con nosotros son más que los que están con ellos. Eliseo entonces oró, y dijo: Oh SEÑOR, te ruego que abras sus ojos para que vea. Y el SEÑOR abrió los ojos del criado, y miró, y he aquí que el monte estaba lleno de caballos y carros de fuego alrededor de Eliseo”

 

En donde se menciona explícitamente a los carros de fuego que protegen a ISRAEL. Ayer y hoy.

 

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Vamos a completar esta reseña con otros momentos clave de nuestra fe:

 

La ascensión:

 

En Hechos 1, 9:


“Después de haber dicho estas cosas, fue elevado mientras ellos miraban, y una nube le recibió y le ocultó de sus ojos»

 

y así se dice en otra versión:

 

“Después de decir esto, Jesús fue levantado en una nube mientras ellos observaban, hasta que ya no pudieron verlo»


¿Había reparado el lector en el protagonismo de la ‘nube’ en este fundacional episodio de nuestra fe y de la Iglesia?

 

El retorno:

 

En Apocalipsis 1, 7:

 

“¡Miren! Él viene en las nubes del cielo. Y todos lo verán, incluso aquellos que lo traspasaron»

 

Y Marcos 14, 62:

 

«… ustedes verán al Hijo del Hombre sentado en el lugar de poder, a la derecha de Dios,  y viniendo en las nubes del cielo»

 

El arrebatamiento:

 

En 1 Tesalonicenses 4, 17:

 

“Luego, junto con ellos, nosotros, los que aún sigamos vivos sobre la tierra, seremos arrebatados en las nubes…”

 

¿no nos hacen sospechar todas estas expresiones que con ellas se está haciendo referencia a algo que esta oculto por nubes?

 

Dice Deuteronomio  33,  26-29:

 

«No hay nadie como el Dios de Israel.
Él cabalga por el firmamento para ir en tu ayuda,
a través de los cielos, con majestuoso esplendor…
¡Qué bendito eres, oh Israel! ¿Quién es como tú,
un pueblo rescatado por el Señor? ¡Él es tu
escudo protector y tu espada triunfante!

 

Amen y amen.

 

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nota 1: leemos en Wikipedia:

 

 

 

“El Protoevangelio de Santiago, también conocido como el Libro de Santiago o el Protoevangelium, es un evangelio apócrifo, escrito probablemente hacia el año 150 y centrado en la infancia de la Virgen María y en el nacimiento de Jesús de Nazaret. Aunque nunca fue incluido entre los evangelios canónicos, recoge tradiciones que han sido admitidas en la ortodoxia cristiana, tales como la natividad milagrosa de María, la localización del nacimiento de Jesús en una cueva…  Alcanzó gran difusión en los primeros siglos del cristianismo, su auge en Occidente se debió al humanista francés Guillermo Postel, quien lo publicó en 1552 traducido al latín”

 

 

 

Fue citado por Clemente de Alejandría y Orígenes y se leía en las iglesias en los primeros siglos.  No obstante no fue incluido en el Canon.

 

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nota 2: la poderosa manifestación de YaHWéH en el monte Sinaí la podemos leer también  en Hebreos 12, 18-21:

 

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“Ustedes no se han acercado… a un lugar que arde en llamas, un lugar de oscuridad y tinieblas… como les sucedió a los israelitas cuando llegaron al monte Sinaí.  Ellos oyeron un imponente toque de trompeta y una voz tan temible que le suplicaron a Dios que dejara de hablar…“

 

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Aquí se nos presenta YaHWéH de los Ejércitos en todo Su Poder. Y  ese Poder se trasladó al santuario de Jerusalem: “Rodeado de incontables millares de carros de guerra, el Señor llegó del monte Sinaí y entró en su santuario”. Pero -se dice- los redimidos estamos en el monte Sión en donde hay reverencia, no terror.
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