esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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Transcribimos completo el devocional del pastor David Wilkerson [May 19, 1931; April 27, 2011] que nos llegó hoy:  8  de junio del 2012:

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Jesucristo me ha dejado una herencia y la reclamo como mía. Las Escrituras dicen: «El justo está confiado como un león» (Proverbios 28:1). Si usted puede aceptar esta verdad de la justicia perfecta de Cristo, usted tendrá la audacia de un león. Usted nunca volverá a temer a otras personas o mirar la vida de alguien mas y sentirse como indigno. Se puede decir: «¡tengo la perfecta justicia de Jesucristo, que me acredita por la fe. No, no es mía, es de Él, pero ha me ha sido acreditada por el mismo Jesús, para que pueda llamarla mía!»


Es hora de detener su lucha. Si el diablo viene y le dice: «Tú no eres bueno, no tienes ninguna justificación», Usted puede responder: «¡Yo sé que no soy bueno. No tengo ninguna justicia en mí mismo, pero tengo la justicia de Jesucristo. Le he fallado a Dios, pero tengo un Abogado con el Padre: a Jesucristo el justo!»


Cuando Usted este de pie delante del Señor, no tendrá que temblar, pensando: «¿Qué voy a ofrecerle? ¿Qué he hecho bien o mal?» No, usted estará pensando, «No tengo nada que ofrecer en mi mismo porque tengo su justicia, por la fe.»


¿Significa esto que los cristianos no están obligados a hacer buenas obras? No, en absoluto. La justificación por la fe y la justicia imputada de Cristo pone el alma libre para caminar en la santidad y hacer buenas obras. Las buenas obras realizadas en el temor servil no traen gloria a Dios; ellas deben salir de un corazón amoroso. Caminar en verdadera santidad sólo es posible a aquellos que han echado mano de su herencia – la justicia perfecta de Cristo – porque ya no están encarcelados por el temor y la condenación.


Su justicia perfecta es mía por la fe y ahora soy libre y desatado para que le sirva como un esclavo del amor. Ahora, por el poder del Espíritu Santo, prometido en el Nuevo Testamento, Él quita de mi toda iniquidad y me empodera para vivir la justicia que Él me ha acreditado.
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