esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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Colaboración de
Juan José Fernández Granados

Ministerio Luz a las naciones

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Cuando nos convertimos, nuestro espíritu -nuestro hombre interior– nace del Espíritu, pero nuestra alma no nace de nuevo, nuestra alma debe ser conquistada palmo a palmo -como Israel conquistó Canaan de la mano de Josué/Yeshua-. Todo cristiano se encuentra en medio de una batalla, una batalla que se lleva a cabo en nuestra mente y que debemos ganar.

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Antes de ser cristianos fuimos programados por el mundo de una forma incorrecta, crecimos con muchos conceptos falsos porque la información que recibíamos era una información errónea, y esa información fue la que determinó nuestra manera de pensar, de ser y de actuar.

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Como cristianos debemos vigilar todo pensamiento que podamos tener porque los pensamientos pueden afectar nuestras vidas de una forma positiva o de una forma negativa.

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Un pensamiento puede ser nuestro, puede ser del Espíritu Santo, pero también puede ser del diablo. El diablo puede poner pensamientos en nuestras mentes para controlar nuestra vida. Por eso debemos tener cuidado con lo que pensamos.

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Vamos a ver cómo conquistar la salud de nuestra mente. Hay un pasaje muy significativo en la Palabra de Dios que nos muestra como hacerlo:


“ Aunque andamos en la carne,
no militamos según la carne,
porque las armas de nuestra milicia
no son carnales,
sino poderosas en Dios
para la destrucción de fortalezas,
derribando argumentos y toda altivez
que se levanta contra el conocimiento de Dios,
y llevando cautivo todo pensamiento
a la obediencia a Cristo”.
(2 Corintios 10:3-5)

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El pasaje nos advierte que nuestra militancia –nuestra lucha -no puede ser sustentada en la carne. Que estamos involucrados en una batalla: “…una milicia”, y que las armas de esta milicia NO son carnales. Se nos dice que tenemos “armas espirituales”, y que estas son: “para destruir fortalezas”

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Y después se nos muestra muestra cómo debemos hacer para destruir esas fortalezas:


1) derribando argumentos…

2) llevando cautivo todo pensamiento
a la obediencia de Cristo…


Esto es, las fortalezas en nuestras vidas están compuestas de pensamientos y de argumentos que debemos llevar cautivos a la obediencia de la Palabra. Toda fortaleza se inicia en los pensamientos que detonan un proceso que cambia nuestra forma de ser y nuestro comportamiento:


-> viene un pensamiento a nuestra mente


-> ese pensamiento produce argumentos


-> el pensamiento y los argumentos producen
un sentimiento

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-> el pensamiento con los argumentos y el sentimiento
afectan nuestro comportamiento.

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FORTALEZA = FORMAS DE PENSAR Y ACTUAR APRENDIDAS Y ASIMILADAS A LO LARGO DE TODA NUESTRA VIDA

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Si no llevamos a la cautividad nuestros pensamientos, esos pensamientos, a la larga, producirán fortalezas:


“Porque cual es su pensamiento
en su corazón, tal es él.”
(Proverbios 23:7)


Esto es, somos lo que pensamos. Por eso el diablo quiere poner pensamientos dentro de nosotros, él sabe el poder y la influencia que hay detrás de un pequeño pensamiento. Todo pecado comienza con un pensamiento.

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Veamos algunos ejemplos:

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En Hechos 8:17-20 se nos cuenta el episodio en que un tal Simon codicia un don del Espíritu Santo y quiere comprarlo con dinero:


“Entonces les imponían las manos,
y recibían el Espíritu Santo.
Cuando vio Simón que por la imposición
de las manos de los apóstoles
se daba el Espíritu Santo,
les ofreció dinero, diciendo:
Dadme también a mí este poder,
para que cualquiera a quien
yo impusiere las manos
reciba el Espíritu Santo”.

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A lo cual el apóstol Pedro contesta:


“Tu dinero perezca contigo,
porque has pensado que el don de Dios
se obtiene con dinero…
Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad,
y ruega a Dios, si quizás
te sea perdonado el pensamiento
de tu corazón …”


Esto es; Simón tuvo un pensamiento codicioso y ese pensamiento afectó su manera de actuar provocando su condenación. Otro caso:


“Y cuando cenaban,
como el diablo ya había puesto
en el corazón de Judas Iscariote…
que le entregase.”
(Juan 13:2)


El diablo puso en el corazón de Judas el pensamiento de entregar a Yeshua y como todos sabemos, ese pensamiento afectó su forma de ser y actuar provocando su condenación eterna.


Otro caso:


“Y dijo Pedro: Ananías,
¿por qué llenó Satanás tu corazón
para que mintieses al Espíritu Santo,
y sustrajeses del precio de la heredad? …
No has mentido a los hombres,
sino a Dios.”
(Hechos 5:3-4)


Una vez más vemos como el diablo –“¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo?”- puso en el corazón de Ananías que mintiese provocando su condenación. Posiblemente él no se dio cuenta de que ese pensamiento en realidad provenía del diablo, pero ese pensamiento determinó su destino.

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Debemos cerrar la puerta –entonces- a todo pensamiento en contra de Dios y de su Palabra. Por eso es muy importante que juzguemos nuestros pensamientos y que sepamos de donde provienen. Podemos hacerlo formulándonos las siguientes preguntas:


-> ¿Este pensamiento trae confusión a mi vida?

-> ¿Confirma lo que Dios me ha hablado?

-> ¿Contradice la Palabra de Dios?

-> ¿Me da paz?

-> ¿Me hace sentir temor?


Muchas personas han caído por no juzgar y por no llevar cautivos sus pensamientos a la obediencia de Cristo. Muchas personas se han perdido por albergar en su corazón pensamientos que provenían del mismo infierno.


Debemos llevar a la cautividad estos pensamientos, debemos meterlos en una prisión, debemos cerrarles la puerta, no debemos permitir que estén en nuestra mente. Si no hacemos esto producirán fortalezas en nuestras vidas que luego nos robarán las bendiciones de Dios.

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Y debemos usar la Palabra que es la espada del Espíritu para atacar y destruir esas fortalezas. Dice Jeremías 23:29:


“¿No es mi Palabra como fuego, dice el Señor,
y como martillo que quebranta la piedra?”


La Palabra de Dios quebranta la piedra de nuestras fortalezas. Nuestro pensamiento debe estar en Dios y en su Palabra:

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“Tú guardarás en completa paz
a aquel cuyo pensamiento en ti persevera;
porque en ti ha confiado.”
(Isaias 26:3)


Pensar en el Señor -y llevar los pensamientos cautivos a Cristo- trae paz, trae gozo, trae bendición, trae vida.

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