esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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23/07/15

LA CIENCIA ABANDONA EL AZAR
Y PERCIBE UN ORDEN SUPERIOR
EN LA CREACIÓN

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Desde que en noviembre de 1859 Charles Darwin publicó su teoría sobre el origen de los seres vivos a partir de una única célula y su desarrollo hasta crear una diversidad de especies muy complejas y diferentes entre sí, cuya cúspide sería el ser humano, mucha verdadera ciencia ha acontecido. Y es así que frente al soberbio edificio de la acumulación de verdadero conocimiento científico en los últimos 150 años el naturalismo elemental de Darwin hoy no saldría del jardín de infantes, no llegaría a ciencia. Y bien que él previó que su teoría podría ser desmantelada por investigaciones posteriores. Una de las cosas que afirmó es que si alguien pudiera demostrar en el futuro que un determinado órgano vivo no pudo ser originado a partir de sucesivos pequeños cambios acumulados según el proceso de “selección natural” que premia una mejor funcionalidad (¿?) entonces toda su teoría caería. No es esta la única objeción que levanta la «explicación» darwiniana sobre el origen de los seres vivos, que fue elevada a la categoría de dogma, pero define un ámbito desde el cual –con la aquiescencia del propio Darwin que lanzó el desafío- se puede desmontar su filosofía.

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Y es así que a partir de 1988 Michael Behe, bioquímico radicado en Bethlehem, Pennsylvania, comenzó a estudiar el flagelo bacteriano, un organismo celular presente en muchas diminutas formas de vida luego de entrever que allí había algo mas que casualidad. Y descubrió un nanomotor intracelular con una “complejidad irreductible” imposible de haber sido formado por pequeños cambios sucesivos ya que todos los componentes de este “motor” es forzoso que hayan estado presentes desde el principio, es decir, no pueden esperar unos componentes por la «evolución» de los otros y cada uno por si no significa ningún avance sino una inútil anomalía que sería extirpada según la filosofía elemental de la “selección natural”. Pero hay más, estos componentes deben de ser ensamblados de acuerdo a un orden específico, lo que supone la existencia de un manual de instrucciones como los que vienen junto con algunos electrodomésticos o muebles para armar. Es decir, supone un diseño y una inteligencia en busca de un propósito.


En 1996 Michael Behe publicó “La caja negra de Darwin” exponiendo estos procesos intracelulares a los que Darwin, entre otras razones por la inexistencia de instrumentos que permitieran su observación, había negligenciado. Y la célula al interior reveló una complejidad que supone una prodigiosa inteligencia ordenadora. Es decir, la “selección natural” no puede haber sido el diseñador del mundo natural. Este requiere de una inteligencia que formule por ejemplo un gigantesco banco de datos con instrucciones que ordenen todo el proceso que no otra cosa es la doble hélice del ácido dexoxiribonucleico (ADN). A partir de estas cosas había nacido el movimiento científico que dio en llamarse Diseño Inteligente que en principio solo es la demanda de considerar que en la formación de los organismos vivos hubo un factor olvidado por Darwin: la inteligencia. Que es exactamente lo opuesto a la ciega casualidad.

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Compartimos con el lector el link de una excelente exposición de estas cosas, una exposición adulta que respeta nuestra inteligencia:

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https://www.youtube.com/watch?v=oK31W2TeiIA

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