esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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02/1 2,/2013

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by Gary Wilkerson

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El profeta Elías fue enviado por Dios a profetizar que vendría una hambruna a la tierra. Ese no es un ministerio que te haría muy popular, pero Elías fue obediente al Señor. El Señor lo protegió y lo envió a un lugar al lado de un arroyo llamado Querit. Este es un hermoso nombre para un arroyo, aunque no sabemos si era tan hermoso como su nombre. Sin embargo, después de un tiempo el arroyo se secó (Ver 1 Reyes 17:3-7). Las personas pueden pasar una cantidad considerable de tiempo sin comer, pero después de unos pocos días sin agua, la vida no puede ser sostenida. Así que me imagino que Elías se preocupó cuando su suministro de agua se secó.


La palabra del Señor vino a él, diciendo: “Levántate, vete a Sarepta…yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente” (Versículos 8-9). Elías, que al parecer tenía muy poca provisión, confió y obedeció a Dios, y más aún estaba siendo enviado a una viuda pobre. “Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña” (Versículo 10).


Elías le pidió un vaso de agua y un bocado de pan, y ella respondió: “Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija” (Versículo 12).


La viuda estaba respondiendo de lo profundo de su dolor. Ella y su hijo se estaban muriendo de hambre y Elías viene y le dice: “Dios me ha enviado aquí para que me sustentes”. Ella mira sus recursos y piensa: “¡Es imposible!”, y entonces le dijo a Elías: “Ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir” (Versículo 12).


La respuesta de Elías fue bastante extraña: “No tengas temor; ve, haz como has dicho” (Versículo 13).


¿Por qué diría eso? Porque él sabía que Dios no iba a abandonar a esta mujer y su hijo. Él sabía que mientras ella obedeciera a Dios y bendijera a otros a través de lo poco que tenía, ella misma sería bendecida. Cuanto más daba, Dios aumentaba aun más lo que tenía (Ver versículos 14-16).


Obedece a Dios y verás las ventanas de los cielos abiertas. Dios no retendrá su mano, Él anhela derramar sus bendiciones sobre ti, para mostrarte Su favor.

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