esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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-> en la ira acuérdate de la misericordia

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En el año 410 el rey visigodo Alarico entró en Roma con sus huestes. Esta fue la fecha que la historia recoge como la de la caída del otrora imbatible Imperio Romano (aunque el Imperio Romano de Oriente perduró 1000 años más). A los invasores le correspondía según la costumbre el «derecho» al saqueo, que incluía ejercer la violencia, asesinato y violación de los habitantes. Pero esta vez nada o muy poco de eso ocurrió ¿Qué había pasado? Poco antes de la invasión el obispo de Roma, Inocencio I, fue al encuentro de Alarico y obtuvo de él la promesa de que los templos cristianos y quienes se refugiaran en ellos serían respetados. Citamos crónicas históricas:


“En la noche del 24 de agosto del afio 410 la puerta Salaria se abrió a los visigodos. Alarico concedió el beneficio de inmunidad a las iglesias cristianas, y tanto cristianos como paganos se acogieron en ellas al derecho de asilo. San Agustín atribuyó a Cristo la moderación del saqueo: «La bárbara inhumanidad se mostró tan mansa que escogió y señaló las basílicas más capaces para que se acogiese y en ellas el pueblo se salvase, donde no se matase a nadie, de donde nadie se sacase a la fuerza, adonde los enemigos compasivos llevasen a muchos para su liberación, de donde los sañudos enemigos no pudiesen sacar a nadie para la cautividad».  El saqueo duró tres días. El 27 de agosto Alarico evacuó la capital, llevándose entre otros rehenes a la hermana de Honorio, la bella Gala Placidia”.


Este episodio es un magnifico ejemplo de la misericordia en medio de la ira. Dice Habacuc 3:2 “en la ira acuérdate de la misericordia”. Hoy vivimos días que preceden a la Ira de Dios. Dice Isaías 2:10-12 refiriéndose a ese día:


«Métanse entre las rocas,
cúbranse de tierra,
escóndanse de la presencia
terrible del Señor…
La mirada arrogante de la humanidad
y el orgullo humano serán humillados.
Ese día sólo el Señor será exaltado.
Isaías 2:10-12


Y aquí hay palabras que pueden aplicarse a Roma y a nuestra extraviada sociedad de hoy: arrogante y orgullosa. Pero lo que viene a cuento es que, al igual que en el día de la ira sobre la Roma imperial hubo lugares en donde acogerse, también ahora, para zafar del terrible día de la Ira venidero, tenemos Lugar de Refugio. Ese día habrá algunos que correrán a “esconderse entre las rocas y cubrirse de polvo” porque no soportarán la irresistible majestad de YaHVéH. Pero también estarán los que ya se cubrieron con la Roca de Salvación. Refiriéndose a estos últimos se dice Colosenses 3:2-3:


“…vuestra vida está escondida
con Cristo en Dios.»
Colosenses 3:2-3


Es el orgullo del hombre el que está siendo juzgado en todas las latitudes. ¿Adonde huir entonces? ¿Como conseguir un lugar de refugio? Con dinero se podrá comprar esa salvación extrema, no hay «bunkers» que sirvan para zafar de ese día:


«Ni su plata ni su oro
podrá librarlos en el día
de la ira de YaHWéH,
pues toda la tierra será consumida
con el fuego de su celo»
Sofonías 1:18


Solo en el monte Sión, la congregación de los que han sido lavados con la sangre del Cordero, hay refugio para ese terrible día. Este es la congregación de los redimidos de todas las épocas y la «basílica de refugio» para librarnos de este postrer día:


«…os habéis acercado al monte de Sion,
a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial,
a la compañía de muchos millares de ángeles,
a la congregación de los primogénitos
que están inscritos en los cielos,
a Dios el Juez de todos,
a los espíritus de los justos hechos perfectos,
a Jesús el Mediador del nuevo pacto,
y a la sangre rociada que habla mejor
que la de Abel.»
Hebreos 12:22-24


Y allí cambiaremos muerte por vida eterna en la presencia de Dios:


«pues en el monte Sión…estará la salvación,
tal como el Señor lo ha prometido.
Los que él ha escogido
quedarán con vida.”
Joel 2:32:


¡Aleluya!

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Nota: en este episodio hay algo mas muy precioso que parece indicar que la misericordia de Dios se ampliará. Se dice en todos los relatos con claridad que aun algunos impíos fueron llevados a las basílicas de refugio por los invasores (seguramente movidos por Dios):


“¿Acaso no es verdad que odian el nombre de Cristo aquellos mismos romanos cuyas vidas perdonaron los bárbaros por reverencia a Cristo? Son testigo de ello las capillas de los mártires y las basílicas de los apóstoles, las cuales, en aquel saqueo de la ciudad, recibieron en su seno a los que en ellas buscaron refugio, tanto a los suyos como a los ajenos.”


Dios siempre hace una obra misteriosa que no se acomoda a nuestros padrones. Es posible que los impíos que fueron llevados a las basílicas de refugio ¡por los bárbaros! fueran del tipo del “ladrón bueno” que luego de una vida extraviada recibió al Señor cuando estaba muy cerca de exhalar su último aliento. Porque es lógico suponer que los impíos que fueron llevados por fuerza a las basílicas de refugio, se convirtieron al Cristo que odiaban como ha sucedido con muchos que han venido a Él luego de una vida entera negándolo con obstinada necedad.

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