esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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Transcribimos completo el devocional del pastor David Wilkerson [May 19, 1931; April 27, 2011] que nos llegó el 28 de octubre de 2013:

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En Hechos 11, leemos sobre un cambio histórico en la iglesia, el cual llegó a través de creyentes anónimos, llenos del poder del Espíritu. Éstos fueron los primeros en llevar las buenas nuevas de Jesús más allá de las barreras del judaísmo, hacia los gentiles: «Pero había entre ellos…los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús» (Hechos 11:20). Me encanta la frase «había entre ellos» que se utiliza aquí. Estos creyentes anónimos y fieles no tenían ni idea del papel fundamental que desempeñaron en la historia.


Pentecostés no es sólo un evento que ocurrió hace 2,000 años, sino un fenómeno viviente que continúa sucediendo alrededor del mundo. En algún lugar en este momento, hay pequeños grupos de personas clamando a Dios y Su Espíritu está descendiendo sobre ellos, dándoles el poder para ser Sus testigos delante de un mundo perdido.


Pentecostés está sucediendo ahora mismo en Varanasi, una ciudad al norte de la India que visité hace no mucho tiempo. Menos del uno por ciento de la población iba a la iglesia, cuando una joven cristiana llegó allí unos años atrás. Ella empezó a conducir a las personas a Jesús, una por una; y los convertidos, guiaban a otros al Señor. Esta joven no se guardó Pentecostés para sí misma y hoy hay miles de creyentes dinámicos en la región, con un poderoso testimonio para Cristo. Hay otras como ella en todo el mundo, cristianos que claman al Espíritu para llevar el amor del Padre más allá.


En varias ocasiones, mi padre, David Wilkerson, me hablaba de lo que más le dolía cuando pastoreaba una pequeña iglesia de Pensilvania en 1950. Era una iglesia pentecostal, así que los servicios seguían un rumbo determinado. Una hermanita tocaba el órgano y la congregación cantaba algunas canciones tradicionales. Alguien se ponía de pie y pronunciaba un mensaje en lenguas, seguido de otro que daba la interpretación. Entones Papá predicaba. Más tarde, él hacía una oración y la gente venía al altar, clamando para que el Espíritu Santo viniera. Luego, todos se iban a casa.


Esta iglesia no tenía campañas evangelísticas, ni ministerio de misericordia. Muy pocas personas fueron traídas a Cristo durante los pocos años que mi padre pastoreó. Eran cristianos que buscaban Pentecostés para sí mismos, pero nunca conocieron el Pentecostés que Dios tenía en mente para ellos. La oración del corazón quebrantado de mi padre lo decía todo: «Señor, si de esto se trata Pentecostés, no lo quiero. Si se trata de tener un club de «bendíceme” semana tras semana, no tendré nada que ver con ello».


Fue a causa de su deseo por un verdadero Pentecostés, que Papá dejó de ver televisión y en lugar de ello, pasaba tiempo en oración. Lo demás es historia. Durante las décadas posteriores, se distribuyeron varios millones de copias de su libro “La Cruz y el Puñal”; habiendo más de 1,000 centros “Desafío Juvenil” alrededor del mundo que trabajan para rescatar a los perdidos y quebrantados. Todas estas obras proclaman el poder activo de Dios, hoy, a través del Espíritu Santo.

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