esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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24/12/12

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by Gary Wilkerson

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La iglesia de Corinto tenía muchos problemas: división, chisme, murmuración, envidia, discordia y pecado sexual. Había mediocridad y tolerancia en la iglesia y la actitud de la gente parecía ser: «Bueno, todos resbalamos o tropezamos a veces. No estamos realmente tan mal». En 1ra de Corintios 3, el apóstol Pablo escribe a la iglesia:


«De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo» (1 Corintios 3:1). Pablo no estaba tratando de darles una palabra de aliento, sino que estaba predicando una palabra fuerte que les acusaría y rompería el barbecho de sus corazones endurecidos.


Pablo continuó diciendo: » Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía»(Versículo 2). Pablo anhelaba hablarles una palabra sustanciosa que llenaría sus almas y los alimentaría de manera que se pudieran levantar en Cristo para un nuevo desarrollo y la estabilidad. Debido a su inmadurez, sin embargo, tenía que seguir dándoles leche.


«Porque aún sois carnales» (Versículo 3). La Biblia usa la palabra carne (carnal), que significa «tener el espíritu del mundo». Este espíritu carnal del que estamos hablando se puede describir como no tener el poder del Espíritu Santo, sino que por el contrario, hacer las cosas en nuestra propia fuerza.


«Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?» (Versículo 3). Pablo describe algunas de las formas en que este espíritu humano y carnal trabaja. Siempre es celoso. Siempre es envidioso. Siempre está causando conflicto y división en la casa de Dios. El espíritu carnal acusa a otros o tiene una actitud que dice: «Yo soy mejor».


Dios está usando a Pablo a llamar a esta iglesia a arrepentirse y decir: «¡Dios, yo quiero todo lo que tienes!» Si nos arrepentimos y nos disponemos a encerrarnos en el aposento secreto a solas con Dios, nos convertiremos en hombres a la antigua o mujeres de oración.

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