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Transcribimos completo el devocional del pastor David Wilkerson del 2 de febrero del 2011:
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Pablo lo dijo: “El morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Para el vocabulario espiritual moderno esta forma de hablar es insólita. Nos hemos convertido en tales adoradores de la vida que tenemos muy pocos deseos de partir con el Señor.
Pablo afirmó, “Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses 1:23). Pero por el bien de edificar a los convertidos, Pablo pensó que era preferible“quedarse en la caparazón,” o como él lo dijo, “quedar en la carne”.
¿Era mórbido Pablo? ¿Tenía él una fijación no saludable con la muerte? ¿Mostró Pablo una falta de respeto por la vida con la que Dios lo había bendecido? ¡Absolutamente no! Pablo vivió su vida plenamente. Para él la vida era un regalo y él la había usado bien para pelear la buena batalla. Él había vencido el miedo al “aguijón de la muerte” y podía decir ahora, “Es mejor morir y estar con el Señor que quedarme en la carne.”
Aquellos que mueren estando en el Señor son los ganadores; nosotros, los que nos quedamos, somos los perdedores. ¡La muerte no es la sanidad final: la resurrección lo es! La muerte es un conducto y algunas veces éste puede ser doloroso. No importa cuánto dolor y sufrimiento inunden a nuestro cuerpo pues nada se compara con la gloria inexplicable que les espera a aquellos que soportan esta travesía.
Cualquier sermón sobre la muerte nos molesta. Es un tema que tratamos de ignorar e inclusive evitamos pensar en él. A las personas que hablan sobre la muerte las llegamos a considerar mórbidas. Ocasionalmente hablamos sobre cómo ha de ser el cielo, pero la mayoría del tiempo el asunto de la muerte es tabú.
¡Cuán diferentes eran los primeros cristianos! Pablo habló mucho sobre la muerte. De hecho, nuestra resurrección de la muerte es abordada en el Nuevo Testamento como nuestra “esperanza bienaventurada”. Sin embargo, hoy en día la muerte es considerada la intrusa que nos separa de la buena vida a la que nos hemos acostumbrado. Hemos llenado nuestras vidas con tantos objetos materiales que nos encontramos apegados a la vida terrenal y a lo que la rodea. El mundo nos ha atrapado con el materialismo. No podemos imaginar la idea de dejar nuestras hermosas casas, nuestras cosas amadas, nuestros amados conyuges. Pareciera que pensamos, “Morir resultaría en una gran pérdida. Yo amo al Señor pero necesito tener tiempo para disfrutar mis propiedades. Estoy casado. Tengo que probar mis “bueyes”. Necesito más tiempo.”
¿Ha notado que hoy en día se habla muy poco sobre el cielo o acerca de dejar este mundo? En lugar de esto, somos bombardeados con mensajes sobre cómo usar nuestra fe para adquirir más objetos materiales. ¡Qué concepto tan lejano de los propósitos eternos de Dios! Con razón hay muchos cristianos temerosos de la muerte. La verdad es que estamos lejos de entender el llamado de Cristo de dejar al mundo y a todas sus ataduras. Él nos llama a venir a él y morir, morir sin construir nuestros propios monumentos funerarios, morir sin preocuparnos cómo seremos recordados. Jesús no dejó ninguna autobiografía, ni oficinas corporativas, ni universidades o institutos bíblicos. Él no dejó nada que perpetuase su recuerdo, sólo el pan y el vino.
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Read this devotion online: http://www.worldchallenge.org/es/node/12181
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