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03/03/2014
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by Gary Wilkerson
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En la visión de Ezequiel 37, Dios llevó al profeta a un valle lleno de huesos secos. «La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos…y…secos en gran manera» (Ezequiel 37:1-2). ¡Qué horrible escena! Una vasta extensión llena de esqueletos hasta donde Ezequiel podía
alcanzar a ver.
Quizás tú, como Ezequiel, te has preguntado: «Dios, todo lo que veo delante de mí son cosas difíciles. ¿Por qué me llevas a través de este valle oscuro? «Se debe a que en el valle de los huesos secos, no hay otra fuente de vida. En ese lugar no tenemos ni aliento, ni poder, ni fuerza propia. El valle de muerte nos lleva a un lugar de dependencia total. En año dos mil trece fue uno de los años más duros de mi vida, sin embargo, mirando hacia atrás, doy gracias a Dios por cada momento de ese año. En medio de todo de los huesos secos de mi vida, veo que Dios había orquestado un lugar en donde mi vida terminaba y la Suya comenzaba.
El valle de los huesos secos en la visión de Ezequiel nos revela dos cosas:
Primero, representa la condición del pueblo de Dios. Yo amo a la Iglesia de Cristo, nunca habré estudiado lo suficiente sobre ella, ni habré orado lo suficiente por ella. Es la mayor vasija de Dios en la tierra para expresar Su naturaleza y mostrar Su poder. Pero también tengo una carga, porque hoy en día, muchas iglesias están llenas de huesos secos. Esto no es una crítica, es una realidad. Como cristianos, podemos secarnos antes de darnos cuenta. Jesús lo expresó de esta manera: «Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor» (Apocalipsis 2:4). Podemos hacer toda la dinámica, y aun así no tener nada de vida en el interior.
Lo segundo que veo revelado en la visión de Ezequiel de los huesos secos es nuestra cultura. Hubo un tiempo en que éramos una nación que honraba a Dios. El setenta por ciento de los estadounidenses alguna vez profesó a Cristo y asistió a la iglesia. Las últimas estadísticas muestran que dicha cifra es ahora sólo el ocho por ciento. ¡Estamos viviendo en medio de tinieblas espirituales, habitamos en un valle de huesos secos!
¿Cómo puede, una iglesia de huesos secos, una iglesia tibia, que no tiene vida ni oración, hablarle a una cultura de huesos secos? No puede suceder a menos que nuestros espíritus sean vivificados, despertados por el Espíritu Santo.
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