esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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Cuando los fariseos quisieron enredar a nuestro Señor con una pregunta capciosa, Él respondió aquello de “al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios” y con esto estaba dando no solo una sabia respuesta a sus intrigantes sino expresando el ideal de la relación entre la Iglesia y el estado en este mundo. Dice un artículo al respecto que en Uruguay “tal separación fue muy buena tanto para el Estado, como para la Iglesia Católica, porque sus integrantes, en particular sus obispos, ganaron en libertad para la proclamación del Evangelio de Jesucristo. Iglesia pobre pero libre” (nota 1). Y pienso que esto es verdad en cualquier país de la cristiandad -exceptuando el Vaticano, es claro-.

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Pero como esta separación se produjo en medio de una cerrada polémica pronto la laicidad que es solo la proclamación de un Estado aconfesional, se convirtió en un dogma cuasi totalitario -que es lo opuesto- degradándose en una ideología sesgada que niega todo lo trascendental, parte inseparable del ser del hombre y reducto de su libertad. Dice el mencionado artículo: “el laicismo… supone no el guardar neutralidad sino en ignorar o incluso perseguir toda expresión de pensamiento… religioso”. Y especialmente el que deviene de la fe que vio nacer al Uruguay.

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Y por causa de esta férrea censura solo me enteré de adulto -escribo en este caso desde Uruguay y para  uruguayos- que el presidente de la asamblea en donde se proclamó la Declaratoria de la Independencia, en Florida, fue el presbítero Juan Francisco Larrobla, que además la redactó y la leyó ante la asamblea. Y lo menciono porque una calle pequeña que cruzaba diariamente para ir a la escuela se llama Larrobla, a secas. No se especifica que era sacerdote ya que en el callejero montevideano esto es ‘sacrilegio’. Hoy cruzaría esa calle haciendo una breve reverencia, por lo menos en espíritu. Y tampoco se menciona en la enseñanza pública uruguaya que la bandera de los Treinta y Tres, y ellos mismos, se inclinaron ante la Virgen del Pintado -rebautizada ‘Virgen de los Treinta y Tres’- una pequeña talla de madera de cedro confeccionada por indígenas de las misiones -36 cm- ubicada en una humilde capilla cercana al local de esa asamblea. O que Artigas pidió al capellán de su ejército, el sacerdote Valentín Gómez, en la victoria de la batalla de Las Piedras, que fuera él quien recibiera la espada rendida de Posadas para que la gloria de la victoria fuera para Dios -y de esto por lo menos hay un cuadro famoso que recuerdo haberlo visto reproducido en algún libro de historia-.

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Y fue un sacerdote, luego de una conversación que duró toda una noche, quien convenció a quien fue el vencedor de esa primera batalla por la independencia en toda Latinoamérica para que se uniera a la Revolución Libertadora presentándolo luego ante la Junta de Buenos Aires. Y cinco de los seis diputados que llevaron las Instrucciones del año XIII a Buenos Aires fueron sacerdotes. Y dos de los ministros del efímero pero marcante gobierno artiguista -el de Cultura y el de Agricultura- fueron no solo sacerdotes, sino sabios: Dámaso Antonio Larrañaga y José Manuel Pérez Castellano, siendo que una parte considerable del acervo original de la Biblioteca Nacional -creada por Larrañaga- provino de Pérez Castellano y algo del Convento de San Francisco.

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Y uno de los secretarios más aguerridos del prócer -además de Larrañaga- era sacerdote. Y su revolución se predicó desde las iglesias rurales. Y muchas otras cosas podríamos agregar sobre la simbiosis de la Iglesia Católica con el nacimiento de nuestro país. Pues bien, nada de esto pudo ser enseñado completo dentro de la enseñanza pública laicista, de modo que la Iglesia que fue partera de la patria -al decir del Cnal. Sturla- sufrió desalojo de la enseñanza pública. Y no en buenos términos.

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En la inicio de la actividad legislativa del presente gobierno -febrero del 2020- se ofreció una misa en la Iglesia de la Aguada, que fue sede provisoria de la Asamblea Nacional cuando aun no existía el Palacio Legislativo. Leamos en Wikipedia:

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“El 16 de febrero las reuniones de la Asamblea pasaron a desarrollarse en la iglesia del barrio de la Aguada de Montevideo. El 9 de marzo la Comisión de Constitución presentó el proyecto de Constitución. El 11 de marzo la Asamblea recibió de Rondeau y de su Ministro Garzón, un proyecto de ley para la creación de una fuerza naval para la Provincia. El 19 de marzo se aprobó la ley de creación del Escudo de Armas del Estado. El 8 de abril se comenzó a discutir el Reglamento Provisorio sobre Administración de Justicia.”

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Fue un corto pero rico legado el que presenciaron sus paredes. Y el 2 de marzo de este año -2020- se ofreció un evento de oración interdenominacional por el gobierno entrante en el que la Iglesia Católica fue anfitriona, y se sumaron pastores y rabinos. Esto es obligación cristiana:

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se debe orar por los que gobiernan y por todas las autoridades, para que podamos gozar de una vida tranquila y pacífica, con toda piedad y dignidad.
1 Timoteo 2, 2

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Aun reverbera en mis oídos el sonido del shofar con el que culminó el acto. El aire quedo más limpio y libre. La laicidad derroto al laicismo. Queda aun la que será una dura batalla en la enseñanza por lo que debemos orar sin cesar ya que la actitud dogmatica que describimos -recargada por cosas nefastas como la ideología de género- va a querer aferrarse con uñas y dientes al terreno que le dejamos conquistar. ¡Que Dios/Elohim haga valer Sus derechos en este país nacido a Su amparo! ¡Aleluya!

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nota 1): www.forumlibertas.com

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Ver tambien:
‘URUGUAY, EL CORONAVIRUS Y COMO SALIMOS’

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