esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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16/11/13

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by Claude Houde

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Estoy profundamente convencido de que el pecado de la incredulidad es uno de los más devastadores en el cristianismo moderno. La incredulidad espiritual nos va matando lentamente, implacablemente, año tras año, hasta que llegamos a aceptar lo inaceptable.


El Reino de Dios en todo el mundo está experimentando actualmente el mayor avivamiento espiritual en la historia de la humanidad. Sin embargo, durante el mismo período de tiempo, más del 90 por ciento de las iglesias evangélicas en Norteamérica y Europa no han mostrado un crecimiento significativo. Han quedado reducidos a recordar sus avivamientos del pasado, o se aferran desesperadamente a la última novedad que prometa algún logro impresionante e instantáneo. Por favor no me malentiendas, los avivamientos en África, China, Corea, América Latina y en países formalmente detrás de la Cortina de Hierro nos llenan de alegría y alago. Doy gracias a Dios por lo que Él ha hecho en el pasado… ¡Pero yo estoy aquí hoy en día! Debo arrepentirme (cambiar de dirección) por mi falta de fe que me ha llevado a tolerar lo intolerable. Es inconcebible vivir en tal sequía espiritual y aceptar esta rutina terrible, mientras que las nuevas páginas del avivamiento más grande para ganar almas en la historia se están escribiendo ante nuestros mismísimos ojos alrededor
de todo el mundo.


La incredulidad es más grave y devastadora de lo que podemos entender o dimensionar. Rodeado por un mundo lleno de inmoralidad, decadencia, idolatría y rituales religiosos demoníacos, Jesús se mantuvo fuerte y firme. Pero Él lloró ante la incredulidad, literalmente lo destrozó. En los Evangelios, cuando trató con los seres queridos de Lázaro, Jesús lloró por su dureza de sus corazones y la negativa a confiar en Él (Juan 11:33-35). Lloró porque se negaban a creer en sus promesas de poder y resurrección, y llora por nosotros hoy en día porque nos sentamos cómodamente en la apatía espiritual, a medida que construimos racionalizaciones y embarazosas “doctrinas” seudo -religiosas,  rituales y explicaciones sofisticadas que permiten justificar nuestras vidas tan faltas de verdadero poder y fruto sobrenatural.


Mis amigos, Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos, y no hay favoritismos con nuestro Dios (ver Hebreos 13:8 y Hechos 10:34-35). Él es inmutable (Él nunca cambia), omnipotente (no hay nada que Él no pueda hacer), absolutamente justo y totalmente comprometido y deseoso de hacer en tu vida, tu ciudad y tu iglesia, lo que tan majestuosa y sobrenaturalmente está haciendo en todo el mundo. Entre nosotros y la grandeza infinita de Su poder está el abismo de la incredulidad. Es por ello que no podemos vivir un día más sin clamar: ¡Señor, auméntanos la fe!


Claude Houde es el pastor principal de la Iglesia de la Nueva Vida (Eglise Nouvelle Vie) en Montreal, Canadá; y es un orador frecuente en conferencias para pastores y líderes dirigidas por World Challenge en todo el mundo. Bajo su liderazgo la Iglesia de la Nueva Vida se ha incrementado de ser un puñado de personas, a más de 3500 miembros, en una parte de Canadá donde pocas iglesias protestantes han alcanzado éxito.

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