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22/abril/1023
by Gary Wilkerson
“Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano… Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron. Levantándose luego los de Israel y los de Judá, gritaron, y siguieron a los filisteos hasta llegar al valle, y hasta las puertas de Ecrón. Y cayeron los heridos de los filisteos por el camino…” (1 Samuel 17:50-52).
Cuando David mató a Goliat, hubo un giro tan dramático que Israel hizo huir a los filisteos que tropezaban. Lo más importante en este pasaje es esta corta frase: “sin tener David espada en su mano”. Dios demostró su fidelidad a través de la confianza de David – y esto llenó de fe a cada soldado israelita. Toda la burla y la vergüenza se fueron y la confianza de los israelitas volvió, una confianza en que su Dios pelearía por ellos.
El profundo efecto de ver el poder de Dios obrando a favor de nosotros es que nuestra confianza es renovada para enfrentar el combate. La batalla es de Cristo, quien nos hace el llamado: “Vengan, vean mi mano victoriosa. “¡He cortado la cabeza de tu acusador!” Ahora estamos en capacidad de seguir adelante, diciendo: “Señor, tú no me has abandonado. Tú has permitido todo esto, cada revés, incluso las burlas. Y lo hiciste con misericordia, para que yo pueda creerte”.
Aun así, muchos nos preguntamos: “¿Cuándo se moverá el Señor a favor mío?” La respuesta a ello es que ¡Jesús ya lo hizo! Tu victoria fue establecida hace 2,000 años en la cruz. Su triunfo en la cruz es la misma victoria que hace huir a todos los gigantes en nuestras vidas. Puede ser que tu matrimonio esté sufriendo, pero Cristo ha derrotado las potestades de las tinieblas preparadas en contra de ti y de tu esposa. Quizás tu economía no está en orden, pero tu Señor te ha preparado un futuro y una esperanza. Puede ser que tus hijos no sigan la vida piadosa en la que tú los guiaste, pero Jesús ha comprado su salvación. Podemos tener batallas en muchos frentes, pero Cristo ha asegurado nuestra victoria.
¿Estás ahora dispuesto a ver a tus enemigos derrotados? Piensa en todas las voces acusadoras que oyes. Puedes responderle a todas ellas: “Éste es tu final, demonio, La victoria de Jesús te ha enviado a volar lejos. Mi victoria ya fue sellada y ganada. Cuando Él lo desee, mi Héroe manifestará esa victoria y el mundo lo contemplará en toda Su gloria. Todos sabrán que la batalla no se gana con lanza y espada, sino con el Señor”.
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