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Transcribimos completo el devocional del pastor David Wilkerson [May 19, 1931; April 27, 2011] que nos llegó hoy: 21 de junio del 2012:
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¿Dios aflige a sus propios hijos? Escuche la respuesta del salmista: » Tú, Dios nuestro, nos has puesto a prueba; nos has refinado como se refina la plata. Pero nos dejaste caer en la trampa; ¡impusiste sobre nosotros una pesada carga! Caballos y jinetes han pasado sobre nosotros; hemos pasado por el fuego y por el agua, pero al final nos has llevado a la abundancia.»(Salmo 66:10-12).
El salmista está diciendo: «Señor, ¡Tú me pusiste en aguas tan altas por encima de mi cabeza que pensé que iba a ahogarme. Me pusiste en el fuego, me trataste como se purifica a la plata. Me llevaste a una red, trajiste aflicciones a mi, pues permitiste a los hombres derrotarme!»
¿Por qué permite Dios tales aflicciones? Debido a que estaba llevando a su amado hijo a un «lugar de riqueza». En el original hebreo esta frase significa «un lugar de abundantes frutos.» Dios está diciendo: «Te voy a llevar a través de todos estos lugares duros para que seas fructífero para mi Reino.»
Sin embargo, no todos los males provienen de la mano de Dios. Muchos problemas vienen del diablo, directamente desde los abismos del infierno. «Porque él [Dios] no aflige ni entristece a los hijos de los hombres» (Lamentaciones 3:33). Dios dice: «No encuentro ningún gozo afligiendo a mis hijos. Ese no es mi objetivo al permitir los problemas». No, el Señor permite nuestras aflicciones sólo para sus propósitos eternos, para llevarnos a un «lugar de riqueza».
Me estremezco con asombro al recordar todos los dolores, las pruebas, las aguas profundas, los ardientes fuegos y las poderosas aflicciones que he visto en los últimos años. Y por lo general cuando las aflicciones vinieron, no llegaron de una en una, ¡llegaron juntas! Muchas veces pensé, «No hay manera de que pueda lograrlo». Incluso los recuerdos de las aflicciones son dolorosos, recordar la difamación, los castigos del Señor, las pruebas del ministerio, los embates personales, los problemas familiares, los dolores corporales y los achaques. Sin embargo, al recordar esos años de sufrimiento, puedo decir con seguridad, «la Palabra de Dios es verdad. ¡Él me sacó de toda aflicción que vino sobre mí y le alabo!»
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