esperamos con mucho anhelo que él regrese… Él tomará nuestro débil cuerpo mortal
y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él
Filipenses 3, 20-21

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En Filipenses 3:20 se dice algo que no debemos olvidar durante nuestra peregrinación en esta tierra para que nuestras sandalias no se embarren y tropecemos:


“Pero nuestra ciudadanía
está en los cielos, de donde
también esperamos al Salvador,
al Señor Jesucristo”.


Y en el versículo siguiente se nos recuerda como será posible que ejerzamos esa ciudadanía celestial venidera a la que estamos destinados por nuestra fe:


“Él transformará nuestro
cuerpo mortal en un cuerpo
glorioso semejante al suyo»


Así de simple, de rotundo, de maravilloso. ¿Alguien puede ofrecernos una mejor ciudadanía? La de este mundo es urgente en sus demandas, como nuestro cuerpo nos urge con las suyas. Pero, tal como nuestro cuerpo, se enferma, se corrompe, decae y desilusiona.


Atendamos las urgencias legítimas de nuestra ciudadanía actual, pero sin apegarnos demasiado a ella, ni idolatrar instituciones humanas perecederas. No olvidemos que nuestra ciudadanía definitiva esta por venir. Y ella vendrá como el alba después del momento mas oscuro de la noche y será mucho mas de lo que podamos pensar e imaginar. Hoy, solo con ojos espirituales podemos contemplarla, de lejos, y anhelara. Es lo que se nos dice en Isaías 33:17:


«Tus ojos verán al Rey en su hermosura;
verán la tierra que está lejos».
Isaías 33:17

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Y esa «tierra que esta lejos» es Sión en Gloria, «nuevos cielos y nueva tierra» en la cual olvidaremos todas las miserias de esta que caduca y ejerceremos gozosos nuestra ciudadanía definitiva.


Amen y amen

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