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“Porque no tenemos
un sumo sacerdote
que no pueda compadecerse
de nuestras debilidades,
sino uno que fue tentado
en todo según nuestra semejanza,
pero sin pecado.
Acerquémonos, pues,
confiadamente al trono
de la gracia,
para alcanzar misericordia
y hallar gracia para el
oportuno socorro”
(Hebreos 4:15)
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