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El evangelio nació siendo motivo de escándalo y contradicción entre los pueblos. Y esto porque convierte a ciudadanos de este mundo en súbditos de un Reino venidero y de este modo instala una tensión difícil de resolver entre fidelidades contrapuestas. Esto es, todo aquel que ejerce fe en el evangelio pasa a ser «peregrino y extranjero» en este mundo (al que debe renunciar) y se obliga a promover de todas las formas posibles el Reino de Su Señor, la Luz que lo iluminó, que no es de este mundo. Dice Filipenses 3:20:
en cambio nosotros
somos ciudadanos del cielo,
de donde anhelamos recibir al Salvador,
el Señor Jesucristo
Esta tensión entre dos ciudadanías -una terrenal y otra celestial- se vuelve oposición radical en los regímenes impíos, que incluso colocan a aquellos que confiesan la fe cristiana bajo pena de muerte. Por eso el apóstol Pablo y los cristianos de su tiempo fueron acusados ante las autoridades del Imperio, cuyo césar demandaba adoración exclusiva, de estar provocando tumulto:
estos que trastornan el mundo entero
también han venido acá
Hechos 17, 6
¿Cuantos hoy persiguen a los cristianos por no dar adoración exclusiva a ellos o su régimen? Por eso el apóstol Pablo les recuerda a los tesalonicenses que recibirían el anuncio del Reino en medio de gran contrariedad, cosa que los creyentes de todos los tiempos comprobamos de un modo u otro:
…que nadie se inquiete por estas tribulaciones;
… que para esto estamos puestos
1 Tesalonicenses 3, 3
Y es que escándalo, tribulación y malos entendidos acompañaron y acompañan en la mayoría de las Naciones la predicación del evangelio del Reino. Incluso en países de la «cristiandad», presa ahora mismo de la apostasía en donde vemos que mediante la aprobación de leyes bochornosas que se oponen al Consejo de Dios buscan ‘erradicar’ la moral cristiana. De esta forma los creyentes nos sentimos cada vez más «peregrinos y extranjeros», obligados a convivir con cosas que preferiríamos no ver ni oír como se dice que le sucedía a Lot en Sodoma:
pues este justo,
que convivía con ellos y amaba el bien,
día tras día sentía que se le despedazaba el alma
por las obras inicuas que veía y oía
2 Pedro 2, 8
Y además de todo esto -que es mucho- escuchamos hoy claramente “estruendo de naciones” a consecuencia de amenazas y persecuciones contra cristianos y judíos por parte de un extremismo islámico asesino que pretende acabar con EEUU y el Estado de Israel. Y con la cristiandad.
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Pero cuando veamos estas cosas acontecer o las escuchemos en las noticias dice la Palabra que levantemos nuestras cabezas y afinemos nuestros oídos espirituales para escuchar de lo Alto algo tan liberador como el silbo apacible que escuchó Elías: es que Dios/Elohim -YaHWéH- esta “avivando su obra en medio de los tiempos” (Hab 3, 2) y el tiempo de la redención está tocando a las puertas. Y después de tormentas que parecerán hacernos zozobrar el soplo de YaHWéH traerá calma. Pronto el Mesías/Mashiaj de ISRAEL, mediante la Señora de todos los Pueblos, establecerá Su Reino milenario de Justicia y Paz, de Gozo inefable, en una transmutada Sión rebosante de Su Gloria y entonces, esta vez si, seremos ciudadanos residentes de nuestra Patria sin contradicciones ni conflictos y para siempre.
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Ver: «Una paz inefable finalmente irradiará de Sión»
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